La dieta promedio en los países desarrollados, así como la de niveles
sociales medio o alto en cualquier país, no son adecuadas a las necesidades
biológicas del ser humano porque son altas en proteínas (sobre todo de origen
animal), en productos refinados (en especial azúcar) y en grasas saturadas. Este
tipo de alimentación, ayudado por la deshidratación inherente al envejecimiento,
causa desequilibrio en todos los sistemas celulares conduciendo a niveles aún más
altos de ácidos que producen estragos en las funciones corporales (ejemplo: el
metabolismo de la proteína animal genera ácido sulfúrico como producto final).
En teoría y desde un punto de vista fisiológico, los seres humanos actuales
debemos adaptarnos mucho mejor a la dieta que nuestros antepasados llevaron
durante miles de años cuando todavía no se tenía acceso a la dieta industrializada
que hemos ido aceptando como natural en estos últimos 2 siglos.
Junto con los muchos problemas de salud derivados de esta falta de
coincidencia entre nuestras necesidades nutricionales genéticamente
determinadas y nuestra dieta actual, está la deficiencia de potasio y
bicarbonato, que eran abundantes en los alimentos de origen vegetal que
nuestros antepasados consumían en gran cantidad. Sin percatarnos de
ello, el bicarbonato de potasio ha sido cambiado por la sal de mesa que ahora
se encuentra en niveles muy altos en todos los alimentos procesados. La deficiencia de bicarbonato
en la dieta condiciona una mayor carga neta de ácidos en el cuerpo, lo que
conduce a muchos trastornos importantes, tales como retraso del crecimiento en los
niños, disminución de la masa muscular y ósea en los adultos, o la formación de
cálculos renales (1 y 2).
A través de algunos estudios se ha encontrado que el número de
fracturas de cadera en mujeres mayores se correlaciona con una mayor cantidad
de proteína animal ingerida, lo que sugiere que la carga ácida producida por el
consumo de esas proteínas tiene relación causal con las fracturas. Antiguamente
la mayor ingesta de alimentos de origen vegetal tenía, hasta cierto punto, un
efecto protector contra las fracturas de cadera; actualmente el número de
fracturas de cadera en los diversos países se correlaciona directamente con la
proporción de alimentos de origen vegetal o de origen animal que se emplean en
las dietas, es decir, entre más se sustituyan los alimentos de origen vegetal
por los de origen animal, más expuestos estaremos a sufrir fracturas de cadera.
El balance inadecuado en el
consumo de bicarbonato que las dietas modernas mantienen diariamente, provoca aumento
de ácidos en los sistemas corporales, aumento que se incrementa con la edad.
La solución a un problema generado por “errores de la dieta que
consumimos” requiere, en primer lugar, de remediar esos errores y dar la
oportunidad al organismo de encargarse de su propio control, no requiere de
consumir grandes cantidades de bicarbonato ni menos aún de agua alcalina con
pH, a veces de locura pues las hay hasta con pH de 9 o más, no sólo 8 que ya de
por sí sería alto. No es posible corregir las cifras de nuestros electrolitos a
base de consumir sus contrapartes; hacerlo con un paciente hospitalizado, a
través de sueros intravenosos sin consumir alimentos en ocasiones resulta
difícil, imagínense si lo podemos realizar con facilidad tomando agua alcalina
o bicarbonato de sodio a nuestro libre albedrio. “No podemos corregir un error
con otro error”
Lo que es una realidad es que cuando neutralizamos la carga ácida de
nuestro cuerpo se mejora el balance de calcio/fósforo, por lo tanto se reduce
la posibilidad de fracturas óseas y se hace más lenta la disminución de los
niveles de hormona del crecimiento que normalmente acompaña al incremento de
edad. Además evitamos el consumo de agua ionizada (alcalina o de otro tipo) que
es responsable de diversos problemas y, además, se acompaña de radicales
hidroxilo que pueden quedar como radicales libres en el cuerpo. Si queremos
mejorar nuestro rendimiento podemos consumir una combinación de Ginkgo biloba y
Rhodiola crenulata.
Conclusión: Debemos corregir
nuestra alimentación evitando los alimentos industrializados y el exceso de
proteínas de origen animal. Además debemos mantener bien hidratado nuestro
cuerpo (hablo de hidratación celular, no de tomar agua en exceso) y con el
menor número de toxinas posible dentro de nuestras células; para lograr esto no
hay nada mejor que beber 2 vasos al día con Agua Arracimada.
BIBLIOGRAFÍA
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